¿Respeto?


By: Julio Cesar Londoño *

A raíz de la polarización que vive el país entre el SÍ y el NO, a un grupo de buenos hombres se les ocurrió redactar los ‘Diez principios por el respeto’, que pueden reducirse a uno solo. “Construiré paz con respeto a las ideas y posiciones de los otros”. Se trata, en últimas, de que los del NO dejen propalar la fábula del castrochavismo y que los del SÍ no les digamos fachos, pro-paracos, etc. Está bien. Me morderé la lengua.
La elección de la palabra respeto es acertada porque se trata de una actitud recíproca, un pacto entre iguales, mientras que la tolerancia opera de arriba hacia abajo, supone un tolerante y un tolerado; por esto es una palabrita antipática.

Pero hay que decir que la estigmatización es un viejo recurso de las elites colombianas. Data por lo menos desde finales de los años 40, cuando los conservadores comenzaron a llamar “bandoleros”, desde los púlpitos, el gobierno y los medios, a los de la otra orilla; y los liberales llamaron “chulavitas” y “pájaros” a los conservadores. Es verdad que los bandoleros asaltaban fincas y que muchos de ellos eran campesinos liberales, y no es menos cierto que los chulavitas y los pájaros operaban de una manera muy parecida a los paramilitares, cuyo estandarte era rojo y negro pero que en realidad debió ser azul y rojo.

La polarización, pues, no es nada nuevo. Uribe no ha hecho sino reencaucharla desde su campaña del 2002, cuando utilizó un adjetivo en boga desde el 11-S: terrorista. Se lo endilgó a todo el que no comulgara con los preceptos de la Seguridad Democrática, a liberales y conservadores, a los del centro, a las ONG y a la izquierda, por supuesto. Él distingue bien la gama de los grises (es un hombre inteligente) pero habla en blanco y negro y ama los discursos reduccionistas porque sabe que el pueblo, esa masa ingenua que manipula y desprecia, no distingue matices.

Volviendo al asunto de los diez principios, debo decir que los partidarios del NO en general y los adeptos de la secta del CD particular, no inspiran nada. El respeto no se decreta, se alcanza por acumulación de méritos. No puedo respetar esas facciones que han llevado el debate por el plebiscito al ring de las alcantarillas con “argumentos” absurdos, con desinformación descarada, con teorías que serían risibles si no estuviera en juego el futuro del país. Lo que más indigna es la manera como líderes ilustrados se aprovechan de la enorme ignorancia política del pueblo colombiano para manipular sus sentimientos, despertar miedos y encender odios.

Es verdad que el Estado está concediendo espacios políticos a las Farc. ¡De eso justamente se trataba! Pero también es cierto que las Farc van a hacer lo impensable: dejar las armas, concentrarse en campamentos vigilados y aceptar las reglas de juego del Estado.

Yo respeto argumentos, no fábulas chapuceras. Respeto varias ideologías. La izquierda moderada, la que encarnan Lula, Robledo y que tiene generosas banderas sociales. Respeto la derecha y el centro, que son tendencias imperantes y exitosas en el mundo. Hasta las Farc van a someterse a sus leyes. Pero las “extremas” son abominables, sanguinarias, fanáticas, embozadas, viles y autoritarias y solo merecen repudio. Hace rato las dejó el carro de la historia.

Votaré Sí en el plebiscito para que la extrema izquierda se desarme y votar contra ellos en las urnas, y para repetirle a la extrema derecha que sus burdas maniobras no merecen mi respeto.

Tomado de: Elpais.com.co

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