Por Juan Carlos Martinez
Organizacion Colombiana de Estudiantes OCE
Después de dar las primeras señales de lo que será la política pública en materia de educación superior, no hay lugar a dudas de que el gobierno de Santos continuará con las principales líneas instrumentadas por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. En esta materia, al igual que en las principales políticas públicas, el actual gobierno no ofrece ningún cambio significativo y por el contrario apunta a profundizar las concepciones neoliberales y retardatarias en el sistema de educación superior.
Con el eslogan “Educación de calidad, el camino de la prosperidad” el nuevo gobierno ha bautizado lo que será la hoja de ruta de la educación en los próximos años. Aunque evidentemente hay un cambio en el estilo, los aspectos sustanciales de la política de educación superior seguirán intactos, por lo que el tono melifluo y “contemporizador” característico del actual gobierno no puede confundirnos, ya que en esta política, como en muchas otras, no asistimos al gobierno de Santos I, sino al de Uribe III, el continuismo.
Las manifestaciones de que la política para educación superior no variará en el gobierno de Santos las encontramos en la propuesta educativa contenida en su plan de gobierno y en el nombramiento de los conductores y ejecutores de dicha política. En entrevista concedida a la revista Semana[1] el 9 de junio del presente año se señalan sus propuestas para lo que denomina educación terciaria, en el mismo lenguaje utilizado por el Banco Mundial: el aumento de cobertura sobre la base del crédito educativo; el emprendimiento; el impulso a la educación técnica y tecnológica y la articulación del SENA y las universidades con la educación media para ofrecerla en los grados 10 y 11.
Estos son los pilares sobre los que reposa la propuesta de Santos para la educación superior en el presente periodo, políticas todas definidas de antemano por el Banco Mundial como receta para profundizar la reforma neoliberal en los países subdesarrollados, negarles la posibilidad de alcanzar estadios de desarrollo propios de los países del primer mundo y ponerlos en sintonía con la nueva división internacional del trabajo, que para el caso de Colombia está definida en la especialización del país en una economía de tipo neocolonial dedicada a la industria extractiva de nuestros recursos naturales y la imposición del modelo agroexportador, en desmedro de la soberanía y seguridad alimentaria del país.
(.....)
EL EMPRENDIMIENTO
“Nuestros centros educativos deben crear no sólo empleados, sino fomentar “empresarios”, capaces de transformar su creatividad y talento a favor de la sociedad y el medio ambiente.
A través del Sena y los colegios ofreceremos programas en nuevas tecnologías asociados con el emprendimiento, de alta proyección para el país (producción musical, animación digital, video y artes visuales, diseño, ingeniería web, redes sociales, medio ambiente, etc.).”[7]
Tal y como lo describe el profesor José Francisco Puello-Socarrás, en su texto Nueva gramática del neo-liberalismo, el emprendimiento como teoría se deriva de la escuela neoliberal austriaca y su característica “no es poner a funcionar una empresa. Se trata de poner en marcha una iniciativa de la cual no se tiene certidumbre”[8]. El emprendedor para esto debe poseer “una habilidad específica y una “confianza suprema” para “pronosticar” correctamente el futuro, incierto y desconocido”, buscando “alcanzar un nuevo estado futuro” mediante su propia intervención, para lo cual debe estar siempre alerta “frente a las oportunidades que hasta el momento no han sido percibidas en el mercado.”
El emprendimiento ha sido utilizado para definir una nueva dimensión en el sistema económico actual, un nuevo sujeto que “supere” las relaciones problemáticas capital-trabajo. Es sobre la base de la teoría del emprendimiento como se ha fomentado la tercerización de las relaciones laborales, dándole un nuevo “estatus” al emprendedor, quien a pesar de no poseer capital u otros medios de producción, tampoco se siente trabajador. Miremos la caracterización que hace el profesor antes mencionado:
“Mientras que los emprendedores son aquellos que “asumen los riesgos, combinan los factores de producción y exploran las posibilidades de innovación”, los Capitalistas proporcionarían los medios de producción como propietarios del capital. Aquí el emprendedor no es estrictamente un trabajador porque sus expectativas de ingreso no dependen en rigor de la venta de su fuerza de trabajo y no se desenvuelven estrictamente en este mercado. En su papel de “empresarios” son –por decirlo de alguna manera– “mediadores” (así los llamaba Cantillon), middlemen, que innovan y propician “nuevas combinaciones” entre el Trabajo y el Capital –como también lo advertía Schumpeter el proceso de innovación innato al capitalismo. Los emprendedores son entonces un “tercer factor” –por supuesto, no tradicional aunque sí ineludible– para la dinámica del sistema: el insumo emprendedor.”[9]
El emprendimiento ha sido enfocado a matizar los efectos negativos de las reformas laborales exigidas por el neoliberalismo, “mediante la revalorización del “autoempleo” (es decir, la autovaloración subjetiva) y la retórica de la “iniciativa empresarial” (exitosa)”[10] fomentando el trabajo informal e “independiente”, los trabajadores “por cuenta propia”, las asociaciones de economía solidaria y las Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA). Como lo señala Fernando Urrea, el crecimiento de las Cooperativas de Trabajo Asociado “no puede entenderse únicamente como una estrategia de reducción de los costos laborales. Ciertamente su expansión también se sustenta en mecanismos de control y disciplinamiento de la fuerza de trabajo, bajo el supuesto de que los trabajadores son ahora responsables de su propia empresa (la cooperativa).[11]
El emprendimiento no es más que una sofisticación del neoliberalismo para ocultar las relaciones precarias de trabajo derivadas de las llamadas flexibilizaciones laborales. Bajo la retórica de promover el aumento de empresarios y de impulsar una cultura de la innovación se concretan rebajas salariales, aumentos en las jornadas de trabajo, el no pago de prestaciones sociales y se fomenta la informalidad. “Como plantea Mises, el emprendimiento es esencialmente un “fenómeno espiritual en sí mismo”, es decir, “un acto mental” dado que los emprendedores “crean nuevos valores en la mente”.[12]
En términos duros, el emprendimiento termina siendo un engaño al que someten a la juventud incauta, fomentando el criterio subjetivo de que la creación de una empresa o negocio no depende más que de las ganas y la voluntad individual, como si otros factores importantísimos no contaran. En esta lógica enfrentan a los jóvenes y a sus iniciativas a un futuro plagado de incertidumbres y, en la mayoría de los casos, a fracasos rotundos. Esta teoría, según Santos es la que debe enseñarse y fomentarse en las instituciones de educación superior, discurso que encaja perfectamente en el modelo de formación en competencias, que renuncia de manera subrepticia a reivindicar lo más elevado del conocimiento e instituye un modelo que prepara al país en las habilidades y destrezas necesarias que suplan la mano de obra barata requerida por las maquilas o talleres de subcontratación laboral de propiedad de los grupos multinacionales o sus socios nacionales.
Es preciso recordar que dentro de la reforma laboral que impulsó el gobierno de Uribe y materializada a través de la Ley 789 de 2002, mientras se convertía el día en noche para evitar el pago de recargos nocturnos a los trabajadores de Colombia y se aprobaban otras tropelías, se hacía demagogia mediante la creación del Fondo Emprender, administrado por el SENA y regulado en el artículo 40 cuyo objeto exclusivo era “financiar iniciativas empresariales que provengan y sean desarrolladas por aprendices o asociaciones entre aprendices, practicantes universitarios o profesionales que su formación se esté desarrollando o se haya desarrollado en instituciones que para los efectos legales, sean reconocidas por el Estado de conformidad con las Leyes 30 de 1992 y 115 de 1994”[13].
Como se observa en este campo, el gobierno de Santos no ofrece nada nuevo a su antecesor, y por el contrario, continúa institucionalizando un discurso demagógico para la juventud colombiana y precarizando el trabajo con la llamada ley del primer empleo.
(.....)
0 comentarios:
Publicar un comentario