Contra el fanatismo



By. Paola Guevara *

Dan Kahan, profesor de derecho de Yale, presentó datos estadísticos sobre calentamiento global a un grupo de personas. Al final del ejercicio, los que creían que el calentamiento global es una realidad quedaron aún más convencidos de su postura. Y los que creían todo lo contrario, que el calentamiento global era una farsa, quedaron aún más convencidos de su postura. 

Lo que demostró este ejecicio -que trae a colación el premio Nobel de economía Jean Tirole en su libro ‘La economía del bien común’-, es que todos portamos un sesgo cognitivo, y buscamos confirmarlo a como dé lugar, prescindiendo de los hechos. 

“Interpretamos los hechos a través del prisma de nuestras creencias (...). Buscamos la compañía de personas que nos confirman nuestras creencias y, por tanto, nos empecinamos en ellas, ya sean correctas o erróneas”, se queja el Nobel.

El uso que damos a las redes sociales ahonda ese fanatismo, lo magnifica no solo en Colombia sino en el mundo entero. Porque nunca, como en esta era, fue tan fácil sustraerse al imperio de los hechos y al argumento del contradictor. Hoy seleccionamos los artículos, los portales, los amigos, los chats y hasta las falsas noticias que refuercen nuestra creencia base. 

Radicalizarnos e indignarnos, además, nos provee una descarga de adrenalina adictiva, una ficción de posesión de la verdad dulce para el ego y, sobre todo, una autoimagen rápida y halagadora que no exige prueba para ser presentada al universo validador de las redes. Basta ver los artículos que la gente comparte, para comprobarlo. 

Sorprende que, sin correlación con su nivel de escolaridad, las personas compartan sin sonrojo los artículos más traídos de los cabellos, los más delirantes y paranoides, de los portales más espúreos posibles, artículos que al abrirlos solo contienen una afirmación demencial no atribuida a nadie, e inflada con el helio de las conjeturas. Pero, como ese pseudo artículo refuerza una postura previa, el fanatizado le otorga su validación automática. 

La degradación es inminente. Facebook se volvió el hogar de los memes, las frases hechas y los videos que suplantan nuestra voz. Twitter, el nicho de la gente más peligrosa: la que está totalmente segura de todo lo que piensa. La inducción al error está a la orden del día, con graves consecuencias sobre nuestras decisiones políticas. 

Pero también allí hay una oportunidad para los medios. La verdad es el nuevo lujo. La credibilidad es el nuevo lujo. Un lujo por el que habrá que pagar, como se paga por Netflix.

TOMADO DE: Elpais.com.co

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