El polo: La verdadera esperanza de cambio


Jaider E. Valencia. Estudiante Estudios Políticos Universidad del Valle. Cali, abril 17 de 2010.


Para los movimientos y partidos políticos que quieren ejercer la oposición política en Colombia y que quieren crear un verdadero referente ideológico contrario al retrogrado y nefasto recetario neoliberal en boga, la tarea no es para nada fácil. Es más, parece que las garantías propias de un Estado democrático jamás han existido plenamente en este país.

El establecimiento, contrario a los supuestos teóricos, no se ha caracterizado por ser el principal garante de los derechos a la oposición en Colombia, sino que por el contrario es conocido por “emprender políticas sistemáticas” centradas todas en impedir el disenso, la controversia y el debate político. Este establecimiento ha eliminado dirigentes de la talla de Gaitán, ha cambiado resultados presidenciales en horas de la madrugada para dar como ganador al perdedor y ha alcahueteado acuerdos nacionales de los dos partidos más rancios de la historia patria para montar dictaduras. Este establecimiento y la oligarquía de este país han cerrado el congreso y han establecido leyes con las que se ha alquilado la soberanía del país a países extranjeros.

En este país hacer oposición es una tarea casi imposible de mantener. Observemos el caso del Polo Democrático Alternativo, partido de abierta oposición que no lleva más de 6 años de existencia en la vida nacional. Este partido desde su creación dejó claro que “rechazaba la utilización de la violencia para resolver las contradicciones sociales existentes en Colombia”. Sin embargo, y en cabeza del mismo presidente de la República, se martilló la idea de que sus miembros en realidad eran guerrilleros vestidos de civil ¡Que bellaquería!

En el programa del POLO, las diferentes tendencias allí reunidas acordaron que en su causa estarían “en contra de la intromisión de cualquier país extranjero en los asuntos internos de nuestro país”. Sin embargo, y en una actitud hipócrita, en la última contienda electoral importantes dirigentes de los partidos del establecimiento aseguraron que el POLO democrático era en realidad un partido abiertamente del presidente venezolano Hugo Chávez en Colombia. Y esta falacia la rodaron por cuanto medio de comunicación se los permitió.

Estas bajezas políticas y este macartismo mediático en Colombia son indicadores de lo difícil que puede resultar para un partido político de oposición ejercer ese legítimo derecho en Colombia.
No siendo eso poco, en Colombia se ha utilizado la Policía secreta para hacer seguimientos ilegales a todo aquel que dé muestras de descontento con políticas del gobierno de turno. El famoso Watergate es una maquetica a escala de este gran escándalo. Y cada vez se hace más evidente que todo fue orquestado desde la Casa de Nari.

Sumado a lo anterior, nos encontramos con organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras que han demostrado, en el caso de las elecciones, que estas no son libres en muchísimas partes del territorio colombiano. Y no lo son porque se incentiva al votante a ejercer su derecho con pago en especie o dinero; se amenaza al sufragante con la muerte si no vota; y lo que es peor, se obliga a beneficiarios de algunas ayudas Estatales –que son más de 7 millones –a votar por un candidato en particular so pena de perder dichas ayudas.

En fin, las desigualdades y las adversas condiciones con las que se ejerce oposición en Colombia dan cuenta de la calidad de la democracia en la que se asienta nuestra nación. Está tan degradada la democracia en Colombia que actualmente no presenta dificultades para el lector medianamente informado, identificar representantes en el congreso que son cuotas políticas de apartados descompuestos de la clase terrateniente de este país. Pareciese que estos si cuentan con las garantías que se le niegan abierta y constantemente a la oposición.

Y sí el pasado 14 de marzo el POLO sacó nada más y nada menos que 900 mil votos, 3 representantes a la cámara por Bogotá y 8 senadores es porque verdaderamente son unos luchadores incansables. Los militantes que aspiraban a mucho más, o no tienen memoria del contexto en el que hace política el POLO o se están dejando seducir de los medios masivos de información – que son del establecimiento-. A estos últimos se les notó el desprecio que sienten por un partido de izquierda democrática como el Polo Democrático. ¿Qué sería de los “grandes medios” de comunicación si llegasen a contradecir en lo más mínimo al gobierno de turno?

Un votante por el POLO significa inevitablemente todo un trabajo de persuasión y de construcción de una verdadera conciencia política que saque a Colombia de la maraña a la que la han sometido. Un voto por el POLO en una época en la cual a este partido le toco tomar posición con respeto a temas medulares de la vida de la nación como TLC, Salud, Agro y bases Militares, que a su vez colocaron en aprietos al gobierno y ayudaron a abrir el debate sobre las verdaderas y únicas causas de los males que aquejan a este país, es un voto en resumidas cuentas por una verdadera democracia, por la defensa de la soberanía y por la paz de Colombia.

Así, no hay dudas de que el POLO tiende a ser un partido más compacto y además acaba de consolidarse como ningún otro partido en las elecciones pasadas del 14 de marzo. Que esta alegría y este avance se vean reflejados en la vinculación a las luchas que tienen por dar los sectores que cada vez más son encerrados por el neoliberalismo, el libre comercio y la globalización. Es una labor en la que no hay que llamarse a engaños. Hay que vincularse activa y audazmente en cada batalla que tiene por dar el pueblo Colombiano. Esta es la condición necesaria que garantiza el rumbo de izquierda democrática del POLO.

La campaña Petro Presidente no solo debe ser una obligación de cada militante, sino que tiene que convertirse en una oportunidad más para convencer a las personas de bien de que el POLO DEMOCRATICO ALTERNATIVO es la única y verdadera esperanza para salir del atraso económico, político y cultural en el que tienen al País.

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