El Polo y la unidad de la izquierda ante la arremetida neoliberal

Por: Dario Arenas. Manizales.

Hace 8 años el “fenómeno Uribe” se presentó ante los ojos de muchos colombianos como una opción de cambio y de firmeza. ¿Los argumentos? En ese momento se jugó su candidatura sin el apoyo de ningún partido tradicional y en su discurso eran fuertes las consignas de dureza contra las Farc y de lucha contra la politiquería y la corrupción. A pesar de sus gestiones anteriores en cargos públicos, que marcadamente correspondieron a mantener el status quo y a darle prelación a los intereses económicos por encima de los sociales, el recurso electorero del “cambio en las viejas políticas”, le valió el ascenso a la presidencia de la república en aquel entonces y 4 años después por el “fenómeno reelección”. La historia, como sabrá la gente medianamente informada del país, no fue otra que un guerrerismo corrupto y corruptor, una depravación de los principios democráticos inenarrable y la entrega de nuestro país a los intereses de unos pocos por cuenta de la juiciosa aplicación de las políticas neoliberales en lo económico y en lo social.

Ad portas de una nueva elección presidencial, en un ambiente político pobre en debate pero rico en arandelas y pormenores frívolos y ante la avalancha de hechos que suceden y se suceden en nuestro país, hoy nos encontramos ante la presencia de dos candidaturas escogidas como las más opcionadas para llegar al poder. Hoy el verde neoliberal, y el santo reeleccionista arropan a dos bandos que fungen como los salvadores de la nación. Unos transmiten una sensación de mejoría y de cambio, quizás tan efímera y efectista como la que el uribismo representó durante mucho tiempo y los otros encarnan abiertamente al uribismo, que al no reelegirse en cuerpo, busca un lacayo que sustituya al saliente (sin sonrojarse y sin pedir perdón por los daños y la ruina heredada). Las bases reales de ambas propuestas descansan sobre los mismos cimientos.

A estos personajes, que desde un lado se ufanan diciendo que la vida es sagrada y desde el otro que hay que hacer las cosas con transparencia, valdría recordarles que lo que hábilmente proclaman, no es nada diferente a la ética inherente que debe tener alguien con aspiraciones políticas y mucho más si aspira al cargo de mayor envergadura del país: la Presidencia de la República. A estos “maestros” de la demagogia y la astucia electoral, vale aclararles que un prerrequisito no puede convertirse en el eje central de una campaña, y que la decencia y la honestidad se circunscriben no solo a los medios sino a los fines. Es de vital trascendencia el cómo se llega, pero lo que definirá la suerte de toda una nación, es a que se llega.

Sabemos entonces que el cambio real está muy lejos en la concepción de estos acomedidos con el establecimiento, pues se contradicen al ofrecerle un cambio al país buscándolo con la aplicación de las mismas políticas ya instauradas, eso de entrada, no tiene ningún sentido.

Hoy más que nunca y debido a las amenazas que nuevamente se ciernen ante la oposición, la unidad de la izquierda democrática y sus fuerzas progresistas, de la mano de sus líderes y de sus valerosos militantes, debe defender resueltamente el programa con el cual nos identificamos, por el que hemos luchado y en el cual reconocemos las necesidades enormes de cambio que urgen al pueblo colombiano. Las incesables acometidas que cada gobierno de turno ha descargado contra nosotros, no han hecho mella, ni lo harán, de la manera que los dueños del establecimiento quieren. A pesar de los favorecimientos mediáticos hacia algunos que se presentan como una oposición moderada, “light” y pese a sus estratagemas que solo buscan minar nuestra fuerza y que tratan de eclipsar nuestro discurso, no lograran acallar nuestros planteamientos y menos nuestras denuncias.

En el Polo, antes que chauvinismos insulsos y populistas o propuestas de pedagogía elemental, el núcleo de nuestra lucha, está cifrado en defender la soberanía y la democracia como punto fundamental para darle voz a un pueblo silenciado y maniatado por siglos. Para devolverle su firmeza y la esencia libertaria, lograr la recuperación de la dignidad de este país, ultrajado y vilipendiado por cuanto mandatario errante lo ha tomado en sus manos, deben seguir siendo, como hasta ahora, nuestra hoja de ruta.

En esta enorme tarea se une de nuevo un hombre tan importante para la izquierda democrática del país, como Carlos Gaviria Díaz. Hombre valeroso y decidido, al que muchos extrañamos en el debate público durante mucho tiempo. Un liberal a ultranza y un hombre decente, no solo en su vida pública sino en todo su fundamento. Carlos Gaviria oficiará como jefe de campaña de Gustavo Petro, nuestro candidato, y será garante de unidad, ecuanimidad, inteligencia y rigurosidad. Llega aire para una campaña y un desafío de largo aliento.

El Polo como único partido en la balanza que propugna por una transformación verdadera de Colombia y por buscar la solución de los problemas fundamentales de nuestro país, deberá liderar un debate a fondo en estas elecciones, en donde se expongan los verdaderos criterios, intereses y posiciones de cada candidatura y donde lo que se manifieste a la sociedad sea la esencia de los planes de gobierno, desenmascarando a aquellos que haciéndose llamar patriotas, proponen en su discurso más privatización y más libre comercio, es decir más neoliberalismo. Será nuestra obligación distanciarnos de la ligereza y el maquillaje que han inundado hasta hoy los titulares de prensa.

Colombia debe escoger con base en proyectos y programas y no por simpatía a personalidades o por el arraigado culto a la inmediatez, resultado del desespero de la gente, al aceptar cada cuatro años que nada ha cambiado y que otra vez se nos han mentido.

Los grandes retos del Polo serán combatir los males enormes de nuestro país: el desempleo rampante, el descomunal abandono del campo, la exorbitante deuda externa, el yugo neocolonial al que nos tienen sometido potencias extranjeras, las ganancias abismales de los capitales financieros, la desigualdad social desbordada y así hasta llegar en un etcétera casi eterno a la inmensa afrenta que significa la autorización para que soldados estadounidenses ocupen bases militares en nuestro territorio y la firma de los leoninos TLC.

La destrucción y la entrega de nuestras riquezas nunca allanarán el camino para el verdadero progreso de nuestra patria y eso requerirá inmensas y profundas transformaciones.

Para esta reconstrucción se necesita un faro, una luz que guie a la gente y señale claramente el camino para un futuro menos incierto y más justo. El Polo debe ser, como frente amplio, quien una a los individuos, organizaciones, agrupaciones, colectivos y tendencias en este trasegar y quien oriente la dirección para una Colombia con auténtica equidad social, la democrática.

No podemos darnos el lujo de abandonar este proyecto de izquierda, ya hemos sobrevivido agresiones y embates sumamente difíciles, pero a la vez hemos logrado la visibilización de otra Colombia.

Si muere la izquierda, mueren los ideales de libertad. Si muere la izquierda, muere la lucha y con ella las esperanzas de transformación. Si muere la izquierda, quedara huérfano el anhelo de un pueblo que exige una reivindicación histórica. Nuestra labor la unidad, nuestra meta Colombia, la justa y soberana.

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