Ciudadanos Productivos y Críticos

 


Por: Jaider Espinosa, estudiante de la Maestría en innovación Educativa, Universidad ICESI

La escuela, resultado directo de las estructuras necesarias para el funcionamiento del sistema económico actual, parece haber reducido su margen para la autorreflexión, a pesar de que uno de sus principios fundacionales y universales fue, precisamente, el uso de la razón. Los docentes continúan enfocados en formar ciudadanos cualificados para un futuro industrial. Sin embargo, en esta titánica labor, se confrontan con un mundo de densa cultura, diversidades y diferencias. Si bien los estudiantes pueden ser vistos como futuros trabajadores o directores de empresas, cabe preguntar: ¿Qué porvenir le espera a una sociedad que forma ciudadanos con carencias absolutas para enfrentar lo imprevisto, incapaces de superar las dificultades inherentes al mundo real?

Una de las contradicciones más profundas de la escuela actual reside en su intento de adaptarse a los abrumadores cambios impuestos por la producción globalizada. Hoy, la producción de mercancías trasciende la fábrica ascensional del siglo XVIII para convertirse en una compleja mezcla de divisiones del trabajo, incluso entre naciones enteras. La mercancía ha adquirido un valor universal con un profundo componente social. La enseñanza del idioma inglés, generalizada en la mayoría de las escuelas del mundo, es un claro reflejo de esta dinámica: un sistema económico universal demanda ciudadanos con un pensamiento universal.

Al romper esta inmensa "camisa de fuerza" conceptual, la escuela libera el enorme potencial creativo que, por naturaleza, reside en los individuos. Una pedagogía que pretenda ignorar el potencial individual no tiene razón de ser en un camino hacia el mundo de la competitividad absoluta. Al estudiante se le debe guiar en el aula para que adquiera las habilidades cognitivas necesarias para comprender el cómo y el porqué funcionan las cosas, sin quitarle las "gafas" que le permiten observar y abordar la complejidad del mundo que lo rodea.

En este punto, el Pensamiento Emprendedor adquiere una importancia vital. La enseñanza se desliga de la mera concentración en contenidos, y la visión holística se convierte en el aspecto central de la pedagogía escolar. El elemento verdaderamente novedoso es que la educación se posiciona como el centro y uno de los motores esenciales para el sostenimiento del sistema. Ya no es vista como una simple cartilla que solo explica el statu quo, sino como un método activo para hacer cosas, emprender acciones y comprender las estructuras que subyacen a lo que hacemos.

Este nuevo paradigma se alinea directamente con la puesta en marcha de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas desde el año 2015. Su fin no es otro que convertir la creatividad en una costumbre (hábito). Al aplicarse en entornos educativos, y desde la óptica amplia del Pensamiento Emprendedor, se busca instaurar un pensamiento sistémico en los jóvenes. Esto les permite ver el mundo y sus fenómenos como una vasta red de interconexiones, donde todo confluye con todo y la sostenibilidad se transversaliza en cada asignatura y etapa de forma responsable y, necesariamente, crítica.

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