¿Estamos hoy ante un nuevo ciclo de protestas sociales?

Por: Vivian Andrea Ladino

Santiago de Cali, Domingo 29 enero de 2011


El continuo de protestas desencadenadas desde el año pasado en varias latitudes mundiales podría ser tomado como un nuevo “ciclo de protestas” ante las características particulares del contexto económico, político, social y cultural en que nos hallamos. Es evidente que los Estados están llegando al límite del desborde del control social de su naturaleza -manifiesto en el uso prolongado e ineficiente de la violencia contra los civiles-, pues se supone que “en cualquier sociedad en funcionamiento la violencia se usa parcamente y como último recurso, ya que la simple amenaza de esta violencia final basta para el ejercicio cotidiano del control social (…) y en caso de fracasar todos los demás medios de coacción, la violencia puede emplearse entre ellos oficial y legalmente” (Berger 2006:102). No obstante, el panorama actual es de tal envergadura, que ni el supuesto de la “influencia restrictiva” de la posesión de medios para la violencia son barreras a la hora de emprender una acción colectiva violenta, pues los Estados podrán coaccionar el uso legítimo de las armas y la capacidad adquisitiva de la población civil a las mismas, pero el ímpetu con el que se encabezan acciones reivindicativas con la firme creencia de la efectividad de la violencia, no se recoge ni se regula ni siquiera con la lógica de advertencias anónimas.

Lo anterior está relacionado con la influencia binaria del control social ejercido al interior o por fuera de las instituciones, pues en cierta medida la persuasión, el escarnio, la moral, los sistemas de valores, las costumbres, la murmuración y el oprobio, la violencia y demás elementos para evitar el descarrío efectivo o potencial del statu quo, además de generar la represión de una sublevación de masas e incluso la supresión de hablar políticamente de dichas causas y consecuencias, también es un detonante para la acción reaccionaria de un conjunto de sujetos que concretan alianzas comunes que tienden a la organización de las bases sociales, en la sensación compartida de agravios por parte de las estructuras que dejan de aparecer encumbradas en la autoridad ante sus múltiples fracasos frente a las demandas sociales. Por tanto, no es gratuito hablar de un posible ciclo de protestas en medio de la pantomima sobre la supuesta superación de la crisis financiera, ya que la fractura de ese talón de Aquiles tocó la más difusa frontera que ha vulnerado la globalización, pues “existen pocos medios de coacción tan efectivos como los que amenazan nuestra subsistencia o nuestras ganancias” (Ibíd.), es decir, el tema económico del que muchos creían “no les iba a tocar el bolsillo”, terminó irrumpiendo con la estabilidad en todas las esferas sociales que envuelven una nación; los derechos sociales y ganancias históricas de los estados de bienestar y las tiránicas democracias que tuvieron su auge en el siglo pasado, tuvieron que sentir los tentáculos empantanados de ese pulpo llamado modelo socio-económico.

Intentar caracterizar y analizar rigurosamente este tipo de acciones colectivas violentas y no violentas manifiestas en el mundo, denota más tiempo e investigación de lo que aquí se ha dedicado a esta líneas, pero por lo pronto es preciso señalar que la acción colectiva es posible abordarla en dos niveles, uno consisten en “la dimensión manifiesta de las movilizaciones a gran escala (huelgas, concentraciones, manifestaciones, etc.) y el nivel menos visible, latente de las formas de asociación y comunicación entre grupos que dan cuenta de la vida cotidiana y la continuidad de la participación”. (Jiménez, “sin fecha”: 18-19), por tal, hay que reconocer el sentido organizativo que fundamenta la acción colectiva y reconocer el sentido personal e intencionado de la acción que se relaciona con las identidades construidas y las formas de relacionarse en la base de la acción.

De igual forma, los planteamientos de Tilly (1998) y Tarrow (1997) permiten comprender la relación de la acción colectiva y los movimientos con los ciclos de protesta de una sociedad, pues en ambas situaciones aparecen simultáneamente una serie de condiciones para que un actor previamente desfavorecido pueda lograr el éxito en su desafío reivindicativo: 1) publicitar la vulnerabilidad de las autoridades; 2) proporcionar un modelo para un planteamiento operativo de las reivindicaciones; 3) identificar posibles aliados y 4) poner en peligro los intereses de otros actores políticos que tienen interés en el statu quo, y conseguir así también su activación. Una situación tan abierta se convierte en un ciclo si alguno de los grupos en lucha contra el poder logra alcanzarlo. Entonces se alían para fortificar sus posiciones contra otros nuevos contrincantes, y así, al final el proceso divide a los actores colectivos movilizados entre grupos en el poder y grupos fuera de él, alguna de cuya gente es desmovilizada. Luego mueve a los restantes hacia acciones cada vez más arriesgadas hasta que la represión, la cooptación y la fragmentación acaban con el ciclo. “Tales ciclos se repiten tanto en los movimientos sociales como en las revoluciones. Sin lugar a dudas también podemos identificar secuencias equivalentes en la guerra, conflictos industriales, y otras formas de política conflictiva” (Tilly, 1998:32).

En conclusión, parece que nos encontramos ante una certeza de la vulnerabilidad de las autoridades, fundamentada en una serie de demandas reivindicativas que no son tan particulares en los contextos en que se han desencadenado, sino que por el contrario, vislumbra la aparición de un sin número de aliados que parecen encontrarse en las mismas desventajas de la relación dominantes-dominados, y lo más importante, es la creciente intención de seguir los ejemplos de esos pueblos que deberá enaltecer la historia por la eficacia de los métodos empleados, pues los países africanos son un posible resultado de la contundencia demostrada por países europeos ante la abolición de políticas, la destitución de presidentes y el triunfo de las mayorías antes las minorías bélicas legitimadas desde las instituciones sociales.

Bibliografía:

Berger, Peter (2006). Introducción a la sociología. México. Limusa.

Tarrow, Sydney (1997), El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, 2da. edición, Madrid, Alianza.

Tilly, Charles (1998). “Conflicto político y cambio social”, En: Ibarra, Pedro y

Benjamín Tejerían (eds.), Los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio cultural, Madrid, Trotta.

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